Hace poco mis hijos me preguntaron “qué se tenía que estudiar para ser consultor de empresas familiares“. Mi primera reacción fue de desconcierto y estupor por su inusitado interés en la profesión de su padre. Después me llené de orgullo al darme cuenta de que mi actividad profesional había conseguido, por unos segundos, vencer la atracción hipnótica de las pantallas digitales de todos los tamaños que rigen el mundo de mis hijos.
Una vez recompuesta la figura, como los toreros cuando son revolcados por el toro, me detuve a pensar una buena respuesta. La presión era grande. Sabía que en cualquier momento el amenazante celular que tenían en sus manos podía emitir alguna señal que matara la diminuta chispa de atención que me prestaban.
Tras dos segundos de silencio, se miraron el uno al otro y el pequeño comenzó a hablarme despacio y alto, como si le estuviera explicando a un japonés la forma de cocinar un nacatamal. “Que cómo llegaste a ser asesor de familias empresarias y que qué hay que estudiar para ser eso…”.
Afortunadamente, cuando yo iba a comenzar a hablar, su madre anunció que estaba lista la cena lo que hizo que, inmediatamente, el universo entero se contrajera y lo único que existiera a continuación en sus mentes fuera la inteligencia gastronómica.
Por supuesto, me pasé toda la cena pensando en las dos preguntas que me habían hecho porque estaba seguro de que en algún momento volvería a surgir. Seguramente dentro de unos días cuando más desprevenido me pillaran esos dos…
La verdad es que cuando pensé en la formación más adecuada para ayudar a las familias empresarias mi cerebro me sorprendió con tres hallazgos.
- La primera sorpresa fue que primero pensé en la Historia y en la Política y no en conocimientos más “empresariales” como la Economía, el Derecho, la Administración de Empresas. Y que lo hice porque lo asocié con la palabra “Poder”.
- La segunda sorpresa fue que después de pensar en “Poder” mi cerebro me recriminó mi pragmatismo y me gritó: “¡¡Ayuda a las Personas!!” Y ahí sí pensé la Sicología y la Sociología.
- La tercera sorpresa, un poco deprimente, fue que mi mente se puso burlona y me hizo caer en la cuenta de que ni estudié Historia ni Ciencias Políticas, ni soy sicólogo, ni sociólogo.
La perspectiva de explicarles todo eso a mis hijos después de la cena me hizo pensar…
La Historia y la Política son buenas consejeras para cualquiera que esté involucrado con familias empresarias porque tratan de cómo se alcanza y conserva el poder en un grupo social y cómo debe ejercerse. En resumidas cuentas, nos hablan constantemente de autoridad y legitimidad; de lealtades y traiciones; de sucesión y de revoluciones; de dictaduras y democracias. Y de dinastías desaparecidas.
La Filosofía nos habla de la verdad. O, mejor dicho, de las verdades. Si creemos que hay una realidad y esta está al alcance de la razón, la fuerza de la dinastía será mayor. Si creemos, como yo, que cada uno construye su realidad, la dinastía debe tenerle consideración a la diversidad.
La Sicología nos ayuda a comprender ligeramente al ser humano. Y digo ligeramente con todo el respeto y admiración que me producen los sicólogos. Pero siempre me quedo con la sensación de que los modelos conceptuales que me ayudan a comprender a una persona sólo son la puerta de entrada a su ser. Me permiten ver cómo son las salas principales e imaginarme como deben ser las habitaciones más privadas pero nada más.
La Sociología me ayuda a comprender el funcionamiento del grupo, de la tribu, del clan, de la familia…
La formación rigurosa e interdisciplinar es fundamental.
Y luego vienen todas las disciplinas que me ayudan a comprender lo más tangible que comparten las familias empresarias: sus negocios, sus órganos de gobierno, sus estructuras organizacionales, sus sistemas de compensación y castigo, sus patrimonios… Y para eso están la Economía, la Administración de Empresas, el Derecho, etc.
Bueno, por lo menos estudié Derecho… Algo es algo.
Creo firmemente que los que nos dedicamos a ayudar a familias empresarias debemos buscar formación constante en estas ramas del saber. La formación rigurosa e interdisciplinar es fundamental.
Pero también creo que una de las cosas que más me ayuda a mi personalmente a hacer mi trabajo (espero que más o menos bien) es mi convencimiento de que las Familias tienen las soluciones y yo sólo soy alguien que las acompaña en el proceso de descubrirlas y ponerlas a caminar. Y eso me lo enseñó el coaching.
Por eso no es fácil esta profesión. Requiere de canas que es lo único que te va enseñando tantas aristas, te va curtiendo en distintas organizaciones y te va enseñando la humildad de que no tienes soluciones. Sólo preguntas que la soberanía de las Familias Empresarias deben responder.
Nacho San Martín G
octubre 5, 2016Me parece un interesante artículo.
Nacho San Martín