La cercanía de las fechas internacionales dedicadas a la Empresa Familiar y a la Salud Mental me animaron a escribir estas líneas. Lo dudé bastante porque no quiero banalizar una enfermedad como la esquizofrenia que genera mucha angustia y dolor a mucha gente.
5 de octubre Día Internacional de la Empresa Familiar
7 de octubre Día Mundial de la Salud Mental.
Más bien, al contrario, al utilizar la esquizofrenia como metáfora para lo que ocurre en las familias empresarias y su tratamiento como aprendizajes posibles espero estar normalizando la enfermedad. Haciéndola algo común a lo que se puede mirar de frente. Sin evadirla ni pretender que no existe. Aprender, en definitiva, de la gente que con valentía lidia con ella todos los días.
La esquizofrenia nos evoca disociación de la personalidad. Alucinaciones, delirios, percepción distorsionada de uno mismo… Algo así como ser dos cosas al mismo tiempo y estar en conflicto con uno mismo. Y eso es lo que me recuerda a la situación estructural de las relaciones en las familias empresarias.
Una de las cosas que más definen a las empresas familiares es la variedad de roles que, al mismo tiempo, confluyen en algunos o muchos de los miembros de la familia empresaria que está al frente de los negocios.
En otras palabras, en las familias empresarias uno es muchas cosas al mismo tiempo. Uno vive en una especie de esquizofrenia permanente.
Esa complejidad de roles viene determinada por la pertenencia de las personas a uno o más de los siguientes cuatro círculos:
- El círculo de la Familia (padres, hijos, hermanos, primos… pero también cuñados y suegros).
- El círculo del Accionariado (accionistas que, en alguna empresas familiares, no siempre tienen por qué ser familia).
- El círculo del Gobierno (miembros de juntas directivos o consejos de accionistas que, a veces sí y a veces no son familia o accionistas).
- El círculo de la Empresa (empleado de las empresas familiares que a su vez pueden ser familia, accionistas o miembros de las juntas directivas)
Las posibles combinaciones son, ni más ni menos, 15.
Algunos tienen la suerte de ser sólo una cosa (sólo familiar, sólo empleado, sólo accionista o sólo miembro del gobierno corporativo). Ejecutivos no familiares, accionistas minoritarios, familiares sin acciones ni otras responsabilidades, etc.
Otros no tienen tanta suerte y su vida se empieza a complicar porque tienen dos roles. Son familiares y empleados. Accionistas y familiares. Consejeros y familiares.
Y los que tienen realmente “mala suerte” son los que son tres o cuatro cosas a la vez. Por ejemplo, el miembro de la familia que es accionista y ejecutivo de alguna compañía de la Familia. O el familiar que es empleado y está en la junta directiva representando acciones que no son suyas. O, el caso más extremo, el familiar accionista que es ejecutivo y consejero al mismo tiempo.
¿Por qué hablo de “mala suerte”? Porque esas situaciones requieren un gran esfuerzo individual para poder manejar adecuadamente esa confluencia de roles.
Cuando un hijo, que es accionista y ejecutivo de la empresa familiar, habla con su padre que, a su vez, es el accionista mayoritario y preside la junta directiva hay cosas admisibles o no, dependiendo desde el círculo del que le hable.
Como hijo tal vez sea admisible enfadarse con su padre o recriminarle algo. Incluso que la conversación pueda subir de tono. Y viceversa. Pero como ejecutivo presentando los resultados del mes al Presidente de la Junta Directiva, ya no es admisible ni tolerable una conversación en esos términos.
Si ambos son accionistas son, por definición, iguales en su rol de propietarios y tienen derechos y obligaciones similares definidas por la ley y por las normas societarias. Disentir es uno de esos derechos. No será lógico, en ese momento, que el padre le reclame respeto u obediencia o asuma como una traición personal el no compartir en público un planteamiento sobre la estrategia de crecimiento de la organización.
¿Qué síntomas tiene esta especie de esquizofrenia organizativa? Pues algunos bastantes parecidos a la esquizofrenia médica.
Creerme lo que no soy (percepción distorsionada de uno mismo).
Ser hijo de accionista y estar seguro de que en el futuro lo seré, no es lo mismo que ser accionista hoy. Mis derechos y obligaciones no son las mismas. Así que invocar esos derechos sin tenerlos es una trampa que trae confusión sobre la legitimidad de quien tiene que decidir temas de la propiedad.
Otro ejemplo. Ser el líder de una familia de 3ª generación no es lo mismo que ser el fundador. No nos podemos comportar igual porque el patrimonio que administramos no lo creamos nosotros y, desde que nos fue entregado, tenemos co-propietarios que tienen derecho a opinar y a estar informados con trasparencia.
Brincar de rol en rol cuando me conviene (doble personalidad).
Si, por ejemplo, estoy teniendo un debate de tú a tú con un ejecutivo que es mi par en el Comité Ejecutivo no es justo que para “salirme con la mía” esgrima mi condición de familiar o accionista diciendo perlas tales como “pensar así es muy fácil cuando no se trata del dinero de tu familia…”
Y viceversa, si estoy teniendo una conversación con familiares no puedo esgrimir mi condición de profesional para decirles que su opinión no vale tanto como la nuestra porque “no tienen experiencia en grandes organizaciones” o “no comprenden el negocio”.
Emocionar lo racional y racionalizar lo emocional (alteraciones del pensamiento y lenguaje).
Si estoy teniendo un debate profesional es legítimo traer a colación las emociones que me generan pero… lo que no es útil es “emocionar lo racional” es decir, vender como racionales posiciones o argumentos que, en el fondo, son emocionales y tratar de enmascararlos con pseudo argumentos racionales. Ni viceversa. Tratar de racionalizar aspectos que son puramente emocionales o, aún peor, subestimar como “indebido” hablar de emociones.
Creer que tengo la razón (delirios y creencias falsas).
Todos tenemos creencias. Todos las consideramos acertadas. La patología organizativa no consiste en eso sino en asumir que no puedo estar equivocado y, por tanto, que no merece la pena escuchar otros planteamientos. Y, sobre todo, pensar en las creencias en términos de verdad o mentira en vez de cuestionarnos si esas creencias nos limitan o expanden nuestra capacidad colectiva de decisión y de acción.
Mi hermana Nona colabora con una ONG llamada Solidarios para el Desarrollo que, entre otras cosas, organiza visitas por Madrid con personas con esta condición. Ahora acaban de fundar un blog muy interesante de estupendos relatos cortos: https://sabadosderelatos.wordpress.com . Ella me ha enseñado a no tener miedo ni lástima de esta enfermedad. Los esquizofrénicos, si reciben el tratamiento adecuado, pueden llevar vidas normales y son una fuente de valor para los que los rodean.
Tal vez, lo que la ciencia sabe de esta enfermedad tenga enseñanzas para los que pertenecemos o ayudamos a las Familias Empresaria
- Sé consciente.
Los esquizofrénicos suelen ser conscientes de su situación y saben lo importante de tratar su enfermedad. ¿No es eso lo primero que deberíamos hacer nosotros? Reconocer la naturaleza compleja de los roles de la empresa familiar y ponernos manos a la obra para tomar nuestras “medicinas”.
Si nos esforzamos, el tratamiento nos servirá para disminuir o incluso anular los síntomas de esa complejidad impuesta por la diversidad de roles.
Algo recomendable siempre es dejar saber al otro desde el rol desde el que le hablo en cada momento. Es decir, dejarle claro qué puede esperar de mi y qué no cuando “estoy en un papel” determinado.
Eso es, en realidad, algo fácil. Más difícil es pensar y actuar en cada momento desde el rol que nos corresponde en función de dónde estemos. Y, sobretodo, reconocerle al otro el derecho de hablar desde roles distintos cuando le corresponda.
2. Busca ayuda.
Un persona con esquizofrenia debe acudir con regularidad al psiquiatra. A alguien externo que le ayuda. Las Familias Empresarias deben pedir ayuda sin complejos. Es difícil manejar toda esta telaraña de relaciones y se necesita ayuda de alguien que no esté en medio de ella.
3. Escucha, Conoce, Comparte”.
En el día internacional de las enfermedades mentales mi hermana me envió un video genial. Muestra a una chica joven que te empieza a contar sus estudios de moda en Amberes. Enseguida la historia te cautiva. De repente, ella cuenta que se le diagnosticó esquizofrenia y su voz empieza a escucharse mal, empieza a sonar tenebrosa. El efecto del audio nos revela el mensaje detrás del video: “escuchamos esquizofrenia y ya sólo escuchamos nuestro miedo”.